Cómo ser consciente de tu tiempo, vence la procrastinación

Pasa un segundo, pasa un minuto, pasa una hora, y te das cuenta de que la única parte del cuerpo que has movido es tu pulgar derecho para deslizar en el “Para ti” de TikTok. Sé sincero, ¿te resulta familiar esta situación? Si la respuesta es sí, puedes estar seguro de dos cosas: No eres el único en esta situación y puedes cambiarla, he aquí el cómo:

No es una sorpresa saber que los humanos, como seres “plenamente racionales” que somos, tenemos la bonita costumbre de posponer nuestras tareas creyendo que “más tarde, ya si eso, lo haré”.

Más allá de esta presentación digna de teletienda, si te tienes que quedar con una sola cosa para cuando termines de leer este artículo, que sea lo siguiente: Todo el mundo procrastina, algunos más, otros menos, pero sólo nosotros podemos hacer que sea menos grave.

¿Por qué procrastinamos?

El porqué puede decepcionarte, porque es precisamente lo que esperarías. Pero sí es cierto que conocer su origen te permitirá racionalizar tus emociones y ser más consciente de cuándo procrastinas, para así ponerle fin.

La razón principal por la que aparece la procrastinación es el deseo de un estímulo que nos aporte gratificación inmediata. Sabemos bien que nuestro cerebro no sale de fábrica preparado para ignorar los estímulos de su alrededor, que tenemos que ser entrenados para no dejarnos llevar por las emociones del momento y así elegir acorde a aquello que nos proporcione un mayor beneficio en el largo plazo.

Por desgracia o fortuna, la procrastinación no es sólo cuestión de hábito. Es un hecho que no todos la sufrimos con la misma fuerza ni incidencia, pero también es un hecho que muy probablemente sea la mayor vacuna contra obtener una vida extraordinaria. Podemos tratar a la procrastinación como la enfermedad que parece no poder evitarse, que nos regala estrés y paz transitoria a partes iguales, y que hace de nuestra vida una marabunta de emociones encontradas cuando nos queremos dar cuenta de que ese trabajo que hace un mes parecía una pequeña ola, el día de antes de la entrega se ha convertido en un tsunami de medio kilómetro.

Por qué ponerle fin

Seré claro. No tienes que ponerle fin si no quieres, pero permíteme hacerte cómplice en un pequeño ejercicio mental con tu vida como participante, por el cual espero que comprendas a qué atenerte si decides no ponerle fin.

Asumamos que tienes 20 años, con independencia de tu edad real, y digamos que vas a vivir hasta los 80, sin ser optimistas, que la vida es muy larga. Empecemos a hacer asunciones: Pongamos que en total estarás durmiendo un tercio de tu vida (8/24 del total); entre trabajo y estudio habrás dedicado aproximadamente 8 horas al día (1/5 del total); los españoles pasan de media más de 6 horas diarias en internet (6/24 del total), del cual sólo un pequeño porcentaje se suele utilizar para tareas o actividades que se puedan considerar productivas; en desayunar, comer y cenar suelen ser cerca de 30 minutos para comida, otros 30 en la cena, y 10 minutos para el desayuno, sin contar la preparación que lleve implícita (pondremos 1/24); y según el último estudio de Dalia Research, España es el cuarto país con trayectos más rápidos hacia el trabajo (mira qué bien), 51 minutos de viaje en un sentido durante toda tu vida laboral útil (casi dos horas diarias, 2/24).

Muchas cifras que asumir, lo sé, pero ahora viene mi parte favorita, el cálculo: Asumiendo estos datos obtenemos que cerca del 90% de la vida que te queda la tienes vendida. Te dejo tiempo para asimilarlo.

Ser consciente de tu tiempo te hace valorar tanto el tuyo como el de otros. Si todavía te quedan 60 años de vida, tienes 6 años efectivos libres. Empieza a replantearte dónde quieres estar de aquí a un año, de aquí a diez años, de aquí a 50 años…

Cómo ponerle fin

Te lo he pintado un poco negro, ¿verdad? Pues permíteme darte la pintura blanca. Eso sí, no hay atajos a tomar, es un proceso gradual, y tienes que tenerlo presente. No vas a pasar de ser un procrastinador homologado a ser Elon Musk en cuestión de un día; sin embargo, querer abrazar el cambio es todo lo que necesitas para empezar, así que aquí te dejamos 3 consejos para paliar esta enfermedad que han probado su eficacia en incontables personas (incluyendo a un servidor):

  • Utiliza el principio de mínima acción: Una de las razones más comunes, sobre todo en el estudio, por la que la procrastinación hace aparición, es porque hemos construído una barrera de miedo sobre nuestra percepción acerca de la dificultad de esa tarea. Supongamos que tienes que escribir un texto de 3.000 palabras. Naturalmente, la procrastinación aparecerá, pero, ¿y si te dices a ti mismo que sólo tienes que escribir 100? Lo que ocurrirá entonces es que te mostrarás menos reticente a hacer la tarea, y una vez estés sentado y hayas escrito esas 100 palabras, será mucho más fácil escribir las siguientes 100.  Es una cuestión de percepción, muy práctico también cuando se intenta introducir nuevos hábitos en tu rutina.
  • Sé consciente de cuándo procrastinas: Aunque a simple vista pueda parecer obvio, es clave para cambiar tu comportamiento. Es muy fácil procrastinar sin darnos cuenta que estamos perdiendo tiempo porque estamos muy ocupados con la actividad que nos hace procrastinar. Así pues, cada vez que seas consciente de que esto ocurre: Ponte en pie, por un minuto. Esta aparente tontería facilitará romper el ciclo de sumisión a internet.
  • Racionaliza tus emociones: Es interesante lo que ocurre cuando te das cuenta que la procrastinación es un miedo irracional que nace como resultado de la respuesta de lucha o huída. Para nuestro cerebro, aún acostumbrado a los tiempos de antaño, distinguir entre un miedo real y uno irracional no es tarea sencilla. Piensa por ejemplo en cuántas personas tienen una gran fobia a las arañas (yo el primero), a pesar de que la gran mayoría sean inofensivas; o piensa cuántas personas temen viajar en avión, a pesar de que este sea el transporte más seguro. Cuando lo trasladamos a la procrastinación, al realizar una tarea compleja, se desata este mecanismo de huída por el cual nuestro cerebro cree que nos está protegiendo. Subconscientemente, seguro que piensas que la tarea es muy complicada, y eso es lo que desencadena la respuesta,  que se traduce en evitar la tarea a cualquier coste.

Al final, no te quepa duda. Siempre te parecerá más complicado aquello que no te atreves a abordar.

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