¿Realmente cuántas de las actitudes del pasado son aplicables a día de hoy? No podemos decir que haya nada sagrado, que sirva para establecer algo permanente ni duradero en este mundo de constante cambio. Pero gracias a que somos humanos, podemos hacer uso de nuestra mayor virtud, la adaptación, para ponernos a la altura del reto que se nos propone.
Como Stephen R. Covey afirma (autor de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva y profesor de sus principios en 4 presidentes de EEUU), la clave para llegar lejos la podemos basar en preservar el núcleo y estimular el progreso, lo que viene a decir que debemos tener unos principios base que rijan nuestro comportamiento y a la vez debemos estar en constante proceso de reinventarnos y aprender para poder seguir siendo personas competentes que estén a la altura.
Estaremos de acuerdo que para ser competentes necesitamos construir cierto efectividad en el trabajo/estudio, pues es lo que nos permite completar más en menos tiempo. No hay efectividad sin disciplina y no hay disciplina sin carácter. Pensando en lo que es un líder, diríamos que la disciplina y la efectividad son primordiales en la creación de uno, y esto nos lleva a pensar que un gran liderazgo comienza por el carácter, que es producto de lo que uno es, pues es la base de cuanto uno haga.
Con los cambios tan drásticos que sufre la sociedad, uno podría pensar que los principios se vuelven más inútiles, pero lejos de ser la verdad, los principios son lo que nos trae estabilidad en los tiempos que corren. Y es que te sorprenderá saber que los problemas que nos acometen, el dolor que podamos sufrir, y las soluciones a estos problemas, son y han sido comunes a todas las sociedades prósperas y duraderas a lo largo de la historia.
Con esto llegamos a la siguiente conclusión, que aunque pueda parecer evidente es necesaria de formular: Si quieres lograr tus más altas aspiraciones y superar tus mayores retos, identifica y aplica el principio que gobierna el resultado que buscas. Si quieres ser actor, aprende cómo han llegado a serlo los actores más influyentes; si quieres ser rico, aprende de los que amasaron fortuna, y así con todo.
Es posible que al leer esto no pienses de la misma manera, aunque sea poco más que actuar acorde a unos principios, así que te invitamos a averiguar cuáles son algunas de las actitudes más comunes de la sociedad para que puedas observar cómo se pueden mejorar.
Culpa y victimismo: Siempre que te enfrentes a un problema, habrá resquicios de culpa por alguna parte. La sociedad es adicta a asumir este papel (si hubiera tenido esa oportunidad…”, “si esa persona no se comportara de tal manera…”, “si pudiera centrarme…”…). Culpar a los demás y al entorno de nuestros problemas o dificultades puede convertirse en una norma que atenúe temporalmente nuestro dolor, pero al mismo tiempo nos encadena a esos mismos problemas. Una persona suficientemente humilde para aceptar y asumir la responsabilidad de sus circunstancias al tiempo que es lo bastante valiente para tomar todas las iniciativas necesarias para afrontar creativamente los problemas es lo que la llevará a ser valorada y respetada, produciendo una mayor satisfacción.
Miedo e inseguridad: No son pocos a los que hoy en día les atenaza el miedo, principalmente al futuro. Esta vulnerabilidad suele alimentar la resignación y una vida sin riesgos. La respuesta común en nuestra cultura es fomentar e incrementar nuestra independencia. Este valor, aunque importante, no refleja la sociedad tan interdependiente de hoy en día, en la cual se progresa principalmente mediante aptitudes y capacidades de manejarse en las relaciones humanas.
Lo quiero ahora: “Quiero dinero, una casa grande, un coche bonito, lo quiero y lo merezco”. ¿Te suena este comportamiento? La realidad acaba imponiéndose y nos lo recuerda. Con la velocidad con la que se requieren nuevas competencias a la hora de aplicar a un trabajo, debemos reeducarnos constantemente, siempre teniendo en nuestras miras cuánto de lo que aprendamos seguirá siendo aplicable en 10 o 20 años, porque recuerda que probablemente seguiremos por aquí para entonces. Debemos desarrollar nuestras mentes e invertir en mejorar nuestras capacidades para no quedarnos atrás. La razón: Una competencia feroz, supervivencia pura y dura.
El profundo deseo de sentirse comprendido: Pocas necesidades son más importantes que la de sentirse comprendido (tener una voz escuchada, respetada y valorada), de tener influencia. La mayoría cree que la clave es la comunicación, exponer con claridad las opiniones propias y hablar con persuasión. Pero si lo piensas detenidamente, ¿cuántas veces en vez de escuchar a los demás para tratar de comprenderles has estado pensando en cómo ibas a responder? La influencia empieza, de hecho, cuando otros sienten que te abres a su influencia (cuando se sienten comprendidos). Pero la mayoría no lo hará, no postergará sus asuntos en el tiempo ni se concentrará en comprender antes de comunicar. El principio de influencia está regido por la mutua comprensión que nace del compromiso de al menos una persona de escuchar en primer lugar profundamente. Experiméntalo por tu cuenta.
Recuerda que tenemos un tiempo límite para llevar a cabo todo esto. Aprovéchate de la experiencia de la gente que ha pasado por tu situación. Así pues, permítete una pregunta: ¿Cuántas personas en su lecho de muerte desearían haber pasado más tiempo en Instagram o mirando la televisión? Sabes la respuesta.
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