El domingo sonaba el despertador a las 7:00 y los cristales anunciaban que no era recomendable salir a recorrer las calles inundadas de charcos a golpe de zapatilla. Tal vez otro día, tal vez el invierno no es el momento perfecto. Es precisamente esta opción la que jamás elegirían los que hoy están marcando el destino de las grandes empresas del futuro.
Como fruto de una increíble causalidad alguien muy especial apareció en la línea de salida. Un auténtico campeón que no corría con las piernas, corría con el corazón en una silla adaptada. Y entonces, te preguntas: ¿Tendrías el valor de decirle a tu cabeza que hoy no es el día ideal mirándote a las piernas?
Jamás es el momento perfecto. Solo hazlo, sal de casa, da el paso, mójate. No te enfoques en los elementos externos, enfócate en ti. Los grandes proyectos exigen tatuarse un objetivo en la piel y tener la suficiente tenacidad y persistencia para no abandonar aunque el agua te pese en los pies y el frío te llegue a los huesos.
Las grandes batallas necesitan grandes dosis de creatividad para buscar soluciones en los peores momentos, cuando todos los demás creen que no es la mejor ocasión para transmitir al mundo aquello que te arde por dentro.
Los días de tormenta encontrarás corriendo a los emprendedores de éxito porque los retos son un imán para aquellos que prefieren el verbo hacer en lugar de soñar. Los puedes buscar en los caminos menos transitados, esos que te salpican de barro hasta la rodilla. Y cuando todos van en una misma dirección, ellos nadan a contra corriente porque son capaces de visionar lo que otros no ven y llaman al riesgo, oportunidad.
Si quieres ser como ellos recuerda que el camino a la cima mas alta es en forma de zigzag, corriendo bajo la lluvia en un duro día de tormenta. Casi nadie te va a seguir. Te mirarán raro. Sé catalizador del cambio, inspírales. No culpes a la lluvia o a una fractura, sólo tu cabeza será responsable de no alcanzar la meta. No te des por vencido al resbalar, aprenderás grandes lecciones. Y sobre todo, disfruta saltando charcos. Es la única forma de que encuentres arriba unas vistas diferentes. Y entonces sí, miraras atrás y habrás dejado unas profundas huellas en el barro.
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