Comprendiendo la procrastinación: más allá de la falta de motivación

La procrastinación es un problema que enfrentamos todos, muchas veces dejamos de lado las tareas que tenemos que hacer aunque sabemos que tenemos que hacerlas. Esto nos puede llevar a sentir culpabilidad, estrés y cuando pasa incluso podemos sentir que perdemos oportunidades. Sin embargo, procrastinar no es simplemente un tema de flojera o falta de motivación, de hecho, es un complejo fenómeno psicológico que es difícil de entender. 

¿Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy?

Este fenómeno psicológico se puede atribuir a varios factores que incluyen el miedo a fallar, perfeccionismo, falta de autocontrol o la gratificación del momento. Una de las claves para entenderlo mejor es entender que no lo deriva un comportamiento racional, sino un comportamiento emocional. Normalmente procrastinamos para evitar “emociones negativas” como la ansiedad, la abrumación o el estrés. 

Procrastinar y perder el tiempo no son sinónimos. Muchas veces posponemos algunas tareas u obligaciones y ,para disminuir el sentimiento de culpa, hacemos muchas otras actividades. Lo que sucede es que lo que dijimos que íbamos a hacer no lo estamos resolviendo, pero en realidad estamos invirtiendo nuestro tiempo en otras actividades que posiblemente teníamos que realizar pero no con el mismo nivel de urgencia o importancia.

Es fundamental establecer un orden de importancia en las tareas. La relevancia que asignamos a nuestras actividades varía de una persona a otra y depende de nuestras prioridades. Si tomamos la decisión consciente de que una acción es más importante que otra en un momento determinado estamos estableciendo prioridades.

Por ejemplo, si posponemos una tarea para sacar a pasear a nuestros perros con el único propósito de evitar hacer la tarea, entonces estaríamos procrastinando. Sin embargo, si decidimos que sacar a pasear a nuestros perros es más importante que hacer la tarea en ese momento, entonces no sería considerado como procrastinar, sino como una priorización consciente de nuestras tareas.

No tengo tiempo: la excusa no tan perfecta

A menudo, cuando no logramos completar una tarea a tiempo, usamos la falta de tiempo como excusa ya que solo nosotros conocemos cómo gestionamos nuestro tiempo. Sin embargo, es importante reconocer que esta excusa es autodestructiva y nos impide aprovechar nuestras capacidades y ser más productivos. La realidad es que todos tenemos la misma cantidad de tiempo en un día, y cómo lo administramos depende de nuestras elecciones. A veces, también tendemos a decir que algo es ‘una pérdida de tiempo’, cuando en realidad el tiempo se utiliza y no se pierde como un billete que cae del bolsillo. El tiempo pasa y es cosa nuestra como lo utilizamos. La gestión del tiempo es otro tema, pero es cierto que ciertos hábitos que controlen la procrastinación pueden ayudar a aprovechar al máximo los minutos. Cada persona necesita sus propios métodos basados en su personalidad y necesidades , aquí hay algunos consejos: 

  • Convertir grandes tareas en otras más pequeñas: De esta manera las pequeñas piezas son mucho más manejables mentalmente, lo que puede ayudar a no abrumarse y a incrementar la motivación al completar cada tarea.
  • Construye tu propia rutina y espacio: Identifica las técnicas que personalmente te favorecen a trabajar y sobre todo consigue un lugar donde la comodidad y concentración sean esenciales. 

La procrastinación controlada 

Si bien la procrastinación no es del todo negativa, esto no sirve como excusa para justificarla, sino para comprenderla mejor y poder aplicar estrategias más efectivas para superarla. Existe un término llamado “procrastinación controlada” basado en que posponemos una actividad y realizamos otra que nos genera mayor satisfacción, generando dopamina que puede ser aprovechada como el potenciador necesario para cumplir con todas nuestras obligaciones. 

En el libro “Necessary procrastination” de John Maeda, nos habla sobre cómo procrastinar puede ser un factor importante en el proceso creativo, ya que cuando el «coste» de la procrastinación aumenta, es decir, cuando posponer una tarea tiene consecuencias negativas más graves, como la cercanía de una fecha límite o la presión del tiempo, también aumenta la probabilidad de que aparezcan pensamientos radicalmente nuevos. En otras palabras, la presión de la procrastinación puede desencadenar un impulso creativo para encontrar soluciones innovadoras o enfoques diferentes para abordar una tarea o problema.

Así que, podemos reconocer que la procrastinación puede ser usada (de manera controlada) para mejorar nuestro estado de ánimo y de esta manera mejorar nuestro rendimiento en cada tarea. Sin embargo, antes de hacerlo hay que desarrollar hábitos y técnicas que ayuden a identificar cuando estamos cruzando la línea roja. Para ello, te recomiendo el libro «Hábitos Atómicos» de James Clear, que ofrece una guía práctica sobre cómo construir hábitos saludables 

Procrastinar trae beneficios esporádicos, si no fuera así, no lo haríamos. Esta conducta de retrasar nuestras responsabilidades, por supuesto, puede hacernos daño no solo a nosotros sino a todas las personas que dependen de la realización de nuestras actividades. Esto puede afectar cuando no llegamos a las fechas de entrega o cuando nuestro trabajo resulta de baja calidad debido al poco esfuerzo implementado. 

Aunque es posible detener la procrastinación, a veces resulta difícil reconocer cuándo estamos actuando de una manera perjudicial. Además, si nos damos cuenta de ello y tomamos decisiones basadas en un análisis consciente, dejaría de considerarse como procrastinación.